XII. THIS IS THE END...

Bienvenidos a esta nuestra última entrada del blog. Hoy cerramos una puerta, pero seguro que pronto se abrirá una ventana con imágenes de la mar. Si no, tendremos tiempo de elegir el comando idóneo para el fondo de esta página web.

En esta última entrada nos gustaría tratar un tema recurrente en las vanguardias, que además viene acorde con el día de hoy: el apocalipsis.


Sí, qué mejor forma de despedir el curso que recordando que hay infinidad de escenarios mucho peores en los que vivir. Muchos de los autores vanguardistas se volcaron en este tema, dejándonos obras maestras como las siguientes:

Y qué mejor imagen para recordar el fin del mundo que los 4 jinetes del apocalipsis. Uno de los mejores autores que representaron este concepto fue Carlo Carrá. 

Antes de iniciar su carrera como pintor Carrà fue decorador en Valenza hasta que en 1895 se marcha a Milán Allí comienza sus relaciones con la pintura a través de la Galería Grubicy A principios de siglo son dos las líneas que elige para estudiar pintura. 


Una es la pintura de Gustave Coubert junto al movimiento impresionista y al puntillismo francés; la otra son las composiciones deJ. Constable y W. Turner en Londres.







En 1906 se encuentra en la Accademia Brera aprendiendo junto al pintor C. Tallone. Esta etapa inicial se caracteriza por la aparición de rasgos del romanticismo lombardo y de los paisajistas del Piamonte, a los que hay que sumar notas de la pintura divisionista como en los paisajes pintados en Sagliano Micca durante el año 1908. Una de las fechas clave de su carrera artística es 1910, cuando se une al movimiento futurista  participando en sus numerosas actuaciones.




Para finalizar este fascinante proyecto como ha sido la clase de TIC, os dejamos con un poema de nuestro amado Lorca, que creemos recoge la esencia de este año:

¡Qué esfuerzo! 
¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro! 
¡Qué esfuerzo del perro por ser golondrina! 
¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser abeja! 
¡Qué esfuerzo de la abeja por ser caballo! 

Y el caballo, 
¡qué flecha aguda exprime de la rosa!, 
¡qué rosa gris levanta de su belfo! 

Y la rosa, 
¡qué rebaño de luces y alaridos 
ata en el vivo azúcar de su tronco! 

Y el azúcar, 
¡qué puñalitos sueña en su vigilia! 

Y los puñales dimínutos, 
¡qué luna sin establos, qué desnudos, 
piel eterna y rubor, andan buscando! 

Y yo, por los aleros, 
¡qué serafín de llamas busco y soy! 

Pero el arco de yeso, 
¡qué grande, qué invisible, qué diminuto!, 
sin esfuerzo.


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